Comer, ese placer irresistible del que muchos disfrutamos tanto que nos cuesta decir que no a un plato más.
Seguro que has oído alguna vez que los romanos, esos sucios romanos, eran tan adictos a las fiestas y a la comida, que se provocaban el vómito de forma voluntaria para seguir comiendo.
Pero quizá no sabías que ese es uno de los bulos más extendidos de la Historia.
El bulo más extendido de la Historia…
Una exageración que cogió un término real (el vomitorium o los vomitoria) y lo convirtió en algo decadente y asqueroso, para dar una imagen de decadentes y asquerosos a los romanos.
El término, en realidad, hace referencia a los accesos que había en el circo, los anfiteatros, el Coliseo…
¿Por qué? Porque esos accesos «vomitaban» a los espectadores fuera del recinto.
Ahí te has quedado, ¿eh? Nos han tenido engañados toda la vida.
El caso es que, por mucho que uno quiera, después de un atracón, siempre llega la calma.
Una calma forzosa, bien porque tu cuerpo diga basta y te tenga en la cama 24 horas, o bien porque tu cerebro llore de terror cuando vea un plato de comida.
… que cae por su propio peso
Con el trabajo pasa lo mismo.
Me acerco a los 40 años y sigo haciendo las mismas tonterías de trabajar 13 y 11 horas dos días seguidos (cifras no escogidas al azar).
¿Qué pasa después de esfuerzos como esos?
Que llega el vomitorium.
A veces de forma física, con una dolencia real (en la cabeza o en el cuerpo), pero la mayoría de las veces lo hace en forma de agotamiento.
Así que hoy estoy agotado y no voy a enseñarte nada. Porque hoy no voy a trabajar.
Mandaré una propuesta que me puede traer una cantidad obscena de dinero (y solo porque es «obscena» de verdad, ya te contaré…) y me tocaré las narices.
Porque tocarse las narices de vez en cuando es importante.
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Para gente que quiere llegar a más personas
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