Ser amable igual no te trae clientes, pero ser un capullo desconsiderado seguro que te los quita.
Como este del que te voy a hablar.
Sucedió hace ya unas semanas, tan surrealista que yo lo recuerdo como si fuera ayer.
Imagínate que es un día de fiesta nacional.
Nadie trabaja, salvo tu mujer, que es médico y encima tiene guardia de 24 horas.
Tus hijos están intensos, como todos los días de fiesta, pero consigues apaciguarlos después de comer y, en uno de esos días raros en los que se aliean todos los astros, se duermen la siesta.
No sé si conoces esa sensación.
Es indescriptible: paz, silencio y soledad durante al menos una hora y media.
En mi casa eso es impagable.
One in a million
Y decides hacer algo tan especial como único en una casa con hijos pequeños.
¿Dormir?
No.
¿Leer?
No.
¿Ver una película?
No: ir al baño solo.
Si tienes hijos lo sabrás, si no los tienes te lo digo yo: la privacidad en el retrete se termina cuando ellos nacen.
Bien porque entren contigo, para que no estés solo, bien porque se sienten en la puerta a esperar a que salgas.
El caso es que ahí estaba yo, aposentado en el trono de piedra… digo de Roca, sin que nadie me tirase de la pierna, lanzase juguetes o me preguntase el por qué de las cosas.
Y me suena el teléfono.
Hablamos de las 15:00 de un día festivo.
–Mira, necesito que nos arregles la web, nos acaba de…
Para, para, para, ¿quién coño eres? ¿De dónde has sacado mi teléfono?
–Ah sí, soy de XXX, necesito que…
Silencio.
–O quizá te pillo mal, ¿puedes hablar?
No, no puedo hablar. Mándame un email, lo revisaré el próximo día laborable y te digo cuándo puedo reunirme contigo.
No me dijo su nombre, no dijo hola, ni gracias, ni perdona, ni…
Y me llamó a medio día de un festivo, en la hora universal de la siesta.
Y acababa de dormir a los críos
Y estaba sentado en la taza del váter.
Aún fui demasiado amable con él.
Dos semanas más tarde (dos, semanas, sí, no días, ni horas) me envió un correo y volvimos a hablar.
Escuché lo que querían y le dije que, aunque podía hacer lo, no cumplían mis criterios mínimos de calidad web como para hacerme cargo de todo el tinglado.
Que no es mentira, ¿eh?
También les dije que necesitaban a alguien a tiempo casi completo y que yo no trabajo más de una jornada semanal para ningún cliente.
Y que no facturo por horas.
Y muchas cosas más que tampoco son mentira, aunque no puse mucho de mi parte.
Hoy veo que esa empresa ha cerrado una ronda de inversión por dos millones y pico de euros y que su capitalización ya asciende a los 3,4 millones de euros.
Millones, no miles.
Me siento todavía más satisfecho por haberles dicho que no. Cliente sin educación ni respeto, por grande que sea, no merece trabajar conmigo.
Ni con nadie en realidad.
Por algo siguen buscando un profesional que cubra el hueco por el que me llamaron.
Y por eso insisto en que lo mejor de trabajar por internet, es que no dependes de nadie más que de ti mismo.
Crea una web, gana dinero con ella y si te va bien, olvídate de lidiar con impresentables de 3,4 millones de euros como este.
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