¿Por qué no nos sentimos satisfechos incluso cuando logramos nuestros objetivos?
Hace unos años le puse nombre a la causa principal de mi infelicidad y satisfacción y de la de la mayoría de las personas que me rodean: la paradoja de la meta móvil. De cómo nos pasa desapercibida, el daño que hace y, sobre todo de qué forma podemos adelantarnos a ella.
El objetivo
Hace 11 años dejé un trabajo más o menos bien pagado (40.000 € al año) para irme a mi casa a emprender por mi cuenta.
(No, no fue exactamente así y las condiciones de vida en aquella empresa hacían difícil poder llamar vida a mi experiencia allí, pero eso es otra historia).
El caso es que, en 2014, me encontré en mi casa con algo de dinero en el banco y un objetivo en mente: no necesitar volver a trabajar para una picadora de carne como aquella. Quería ser libre de vivir a mi manera, de decidir cuándo empujar, cuánto empujar y, sobre todo, en qué invertir mi tiempo. Fuera por trabajo o por placer.
Algo que, traducido a dinero tangible, era muy sencillo: conseguir esos 40 000 € al año en algo que fuera capaz de emprender por mi cuenta.
Traducirlo a lenguaje de vida es más complejo, pero mi hija mayor nació poco después de tomar esa decisión y he cuidado (y sigo cuidando de ellos) por aquella decisión.
Tómate un respiro
Cada día mando un email que te enseña a explotar lo que llevas dentro para que vivas igual de satisfecho el lunes por la mañana que el viernes por la tarde:
El problema
En este blog hay una pequeña muestra de las idas y venidas que he dado desde 2014 para cumplir ese objetivo y, quizá, si profundizas en artículos como este, puedas encontrar el año exacto en el que lo conseguí: 2020. Y, a pesar de que alcancé mi objetivo financiero en 2020, no fue hasta bien entrado 2022 cuando me di cuenta de la paradoja de la meta móvil.
Verás, en aquel año estaba insatisfecho con mi trabajo. Creía que no estaba alcanzando «lo suficiente», que no estaba ganando «lo suficiente» y me dediqué a trabajar todavía más. Hasta que un día, hablando con una amiga, me di cuenta de un pequeñísimo detalle.
Entré en esto de emprender con un objetivo no cuantificable (satisfacción y libertad) y otro cuantificable (~3000€ al mes) y a lo largo de los siguientes años, antes incluso de alcanzar esa cifra, mi meta cuantificable se había movido al triple de su cantidad original.
Cuando me acercaba a los 3, subió a 5.
Cuando me acerqué a los 5, subió a 10.
Cuando empecé a rozar los 10, subió a 15.
Y lo hizo sin que yo me diera cuenta.
Recuerdo perfectamente estar en mi despacho, en este desde el que te escribo ahora lleno de LEGO, con mis libros contables en pantalla, escribiendo en mi cuaderno de trabajo en la mesa, cuando por fin vi al elefante rosa en la habitación.
Porque no solo no me sentía satisfecho por haber conseguido facturar y ganar más de 6 cifras desde mi casa, pudiendo cuidar de mis hijos, de mi matrimonio y de mí, sino que ni siquiera me parecía estar ganando lo suficiente.
Recuerdo perfectamente que el mes que le puse nombre a esta paradoja de la meta móvil estaba a punto de ganar más de 11.000€ y recuerdo que me sentía más inútil que cuando no ganaba un solo euro y cuidaba de mi hija recién nacida. Y me sentí como un idiota.
¿Sabes exactamente por qué?
La paradoja de la meta móvil
El problema que te estoy contando no se limita a mi experiencia personal, sino a la experiencia que he acumulado a lo largo de años de formar a otros profesionales, de trabajar con otras empresas y de mentorizar a varias personas muy especiales. Y es que entramos de lleno a realizar nuestro trabajo sin tener claro el marco de lo que tenemos que considerar hitos, objetivos y metas cumplidas. Sobre todo cuando se tratan de metas vitales (satisfacción, tiempo, libertad…), no cuantificables, que esas ni siquiera las consideramos.
En lugar de plantearnos un objetivo (ganar 3k), alcanzarlo, celebrarlo, darnos la enhorabuena y plantear el siguiente, lo que hacemos es avanzar a ciegas hacia delante cueste lo que cueste y sin valorar todo lo que vamos consiguiendo.
El problema, como digo, es que nuestras metas (sobre todo las económicas) se muevan siempre hacia delante sin que sea decisión nuestra.
El problema es que nuestra meta crezca el doble de rápido de lo que crecen nuestros logros.
Porque no, no está nada mal alcanzar un objetivo y ponerse a pelear por el siguiente si es lo que deseas. El problema es que antes siquiera de alcanzarlo, sin darnos tiempo para disfrutarlo, para sentirnos satisfechos y para volver a evaluar el marco vital en el que vamos a validar o a expandir ese objetivo, ya lo estamos lanzando al infinito.
Me di cuenta del problema porque en esa misma hoja de cálculo de Google en la que estaba viendo esos 11.000€ que me estaban sabiendo a poco, tenía las celdas en las que, pocos años atrás, no llegaba a generar siquiera 1.000€ (y aquellas que no llegaban a 100).
Quizá por eso tomé la decisión consciente de quitar el dinero de mis ecuaciones vitales y empecé a decidir cómo guiar mi vida por satisfacciones más profundas. Quizá por eso ahora vivo de montar LEGO y no gano ni la quinta parte de lo que ganaba entonces. Eso sí: siendo diez veces más feliz.
¿Qué podemos hacer contra la paradoja de la meta móvil?
Lo primero de todo es hacernos conscientes a nosotros mismos de qué es lo que queremos conseguir. No solo en cuanto a los valores cuantificables, sino a los valores subjetivos que queremos alcanzar. Esa es la verdadera clave de todo.
La clave está en el propósito vital, que nada tiene que ver con satisfacciones externas (fama, dinero, seguidores, likes…), sino en satisfacciones internas (reconocimiento, tranquilidad, estabilidad…).
Durante años me sentí infeliz, muy infeliz, porque ni siquiera sabía para qué estaba trabajando, para qué estaba esforzándome. O, mejor dicho, porque lo estaba haciendo por motivos extrínsecos a mí (por comparaciones con otras personas, por ideas preconcebidas, por definiciones ajenas del éxito…).
El día en que me di cuenta de que estaba siendo infeliz ganando una cantidad enorme de dinero (cuando creía que mi infelicidad partía de ganar poco) lo que hice fue decidir cuál era para mí la visión del éxito absoluto, de mi vida perfecta. Y me di cuenta de que nada de lo que estaba haciendo por aquel entonces me hacía feliz. Me daba dinero, sí, pero lo único que me llenaba era la cuenta del banco.
Y lo segundo es que cada vez que flaqueemos, cada vez que empecemos a compararnos con metas y objetivos que no son los nuestros, volvamos a esa decisión original. O más bien a por qué elegimos esa decisión.
Sí, el dinero es importante, pero lo que es más importante es la satisfacción que sentimos cada vez que nos metemos en la cama. Y aunque parece que la ansiedad desaparece cuando entran 5 cifras cada mes en el banco, la realidad es que no lo hace.
Como te decía antes, los años me han demostrado que todos aquellos profesionales que entraron en alguno de mis cursos o mentorías con el único objetivo de hacerse ricos han terminado de dos formas: o bien han abandonado, o bien siguen intentándolo con ahínco e infelicidad.
Sin embargo, aquellos que se plantearon las preguntas adecuadas y forjaron sus metas basándose en sus propias necesidades y disfrute personal, hoy quizá no sean ricos en dinero, pero sí que viven una vida rica en satisfacción.
El tema está en que elijas tú por tus propias capacidades, intereses, características y recursos.
No por lo que crees que deberías hacer o, peor aún, por lo que los demás creen que deberías hacer.
En resumen
Hablar de este tema siempre me deja un sentimiento agridulce. Primero, porque sé que, a pesar de haber escrito más de un millón de palabras en los últimos 5 años, no consigo expresarme con la claridad que siento el mensaje. Y segundo porque es un discurso muy aspiracional y fácil de malinterpretar.
Así que si hay algo con lo que me gustaría que te quedases de esta paradoja de la meta móvil es lo siguiente.
Cada vez que te topes con un muro de insatisfacción y fracaso hazte estas tres preguntas:
- ¿En qué he fracasado?
- ¿Qué he logrado para poder llegar a este fracaso?
- ¿De verdad es un fracaso según mi perspectiva, mis objetivos y mis valores? ¿O lo es según la perspectiva de los demás?
Si consigues responder con sinceridad (y la tercera es muy difícil de responder sin un nivel avanzado de introspección y desarrollo personal) te darás cuenta de que los fracasos que tan infelices nos hacen son, en realidad, momentos fabulosos para darnos la enhorabuena.
Y ahora, compañero, a vivir.
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