Siempre digo que llevamos a nuestro mayor enemigo dentro de nosotros mismos. Somos nuestro peor juez, jurado y verdugo y conseguimos que habilidades tan positivas (como la autoexigencia) terminen siendo negativas.
Un perfeccionismo excesivo solo hace que no avances, que tengas miedo a hacer cosas nuevas y que nunca, nunca, estés satisfecho con los resultados.
Pero, ¿sabes qué pasa? Que se pueden vencer, superar y convertir en motores de algo más grande.
Te cuento cómo.
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Cómo superar la autoexigencia y el perfeccionismo
Hay dos formas de reventar tus propios objetivos, tareas y propósitos antes siquiera de empezarlas y las dos nacen de tu mayor enemigo.
De ti.
Sí, sí, de ti. Porque tú, yo y todos nosotros somos nuestros peores jueces, jurados y verdugos. y tenemos tres armas implacables para reventar nuestros deseos desde dentro: la autoexigencia, el perfeccionismo y otra que te contaré más adelante.
Si quieres dejarlas atrás, si quieres enfrentarte a ellas y avanzar, quédate, porque voy a contarte 7 estrategias para dominarlas.
Sobre todo la última, que es la que a más me ha servido.
Tómate un respiro
Cada día mando un email que te enseña a explotar lo que llevas dentro para que vivas igual de satisfecho el lunes por la mañana que el viernes por la tarde:
Dos motivos por los que no avanzas
Llevo asesorando a personas, empresarios y emprendedores desde hace más de una década. Y si tuviera que extraer los dos motivos por los que la mayoría de ellos están estancados, no avanzan o no cumplen con sus propios objetivos, serían estos:
- Miedo al éxito (o amor por el fracaso)
- Autoexigencia y perfeccionismo que tienen en su interior
Del primero ya he hablado en otros vídeos del canal (puedes echar un vistazo, en concreto al vídeo que habla del FRACASO:
Del segundo vamos a hablar ahora.
Porque es el que hace que el 90% de los que lo intentan, no lleguen a ningún lado.
La pregunta es, ¿qué es esto de la autexigencia y el perfeccionismo? Porque, lejos de lo que pueda parecer, NO son sinónimos y uno de ellos, bien canalizado, puede ser un motor importante en tu vida.
Autoexigencia vs perfeccionismo
La AUTOEXIGENCIA está ligada a tus propias capacidades, al esfuerzo que dedicas, tu sentido de la responsabilidad, tu capacidad de superación y los logros que quieres obtener.
Bien entendida, bien trabajada, esta autoexigencia hace de ti una mejor versión, porque te empuja a esforzarte, a superarte y a conseguir más y mejores resultados.
Sin embargo, una autoexigencia excesiva termina boicoteándote DURANTE la ejecución de cualquier proyecto (laboral, personal, vital…), porque te genera una sensación de insatisfacción, inseguridad, presión y estrés difíciles de gesitonar.
Por otro lado, el PERFECCIONISMO es tu capacidad para boicotearte no solo durante, sino antes, y después de hacer cualquier cosa (sobre todo después), porque nunca es suficiente.
El perfeccionismo está ligado con la IDEA que tienes tú de lo que es la perfección.
Esa idea de perfección es la que te genera el estrés, la ansiedad y la tristeza de no poder conseguirlo. Porque, en el fondo, sabes que esa perfección es imposible de alcanzar.
El perfeccionismo es el que evita que empieces un proyecto hasta tenerlo todo controlado, el que te hace avanzar lento y a trompicones, porque tratas de conseguir un nivel excesivo de perfección y el que te impide disfrutar del resultado final, sea cual sea, porque no es perfecto. Nunca lo es
El problema es que esa idea de PERFECCIÓN no suele nacer de nosotros mismos.
Vivimos en un mundo llenod e ideales, patrones y falsos estándares estéticos, económicos, laborales…, que nos llenan la cabeza con lo que DEBE ser una vida perfecta, que nos confunde y nos exacerba esa autoexigencia tan positiva.
Por eso en la mayoría de vídeos del canal, sean de productividad o de desarrollo personal, incido tanto en formas de blindarte ante esos ideales ajenos. Porque el daño que hacen es mucho mayor que el que percibimos a simple vista.
Porque cuando vives, piensas y trabajas por unos ideales que no son los tuyos y que son tan perfectos que no se pueden alcanzar, es cuando aparecen los verdaderos problemas: estrés, ansiedad, depresión… y una visión alterada y distorsionada de nuestra propia autoestima.
Y por si esto no te resulta suficiente atractivo para luchar contra el perfeccionismo, déjame que te cuente una historia.
Mi propia historia de perfeccionista fracasado
Construí mi primera web en 2014 y estuve varios meses diseñando y planificando lo que iba a hacer. Me preocupaba el tono del fondo, la altura en píxeles del menú, la forma en la que se desplegaba, cada coma, cada acento, cada…
Me pasé 3 años perfeccionando el proyecto, ajustando hasta el más mínimo detalle y cuestionando cada resultado que obtenía, para ganar menos que nada con ella.
La segunda, un proyecto mucho más ambicioso, la lancé en 2017 y, sí que es verdad que, después de más de un año de planificación y desarrollo, esta sí dio dinero.
La tercera… más de lo mismo
¿Sabes cuánto me costó lanzar un proyecto el año pasado? ¿Uno que ya es dos veces más rentable que esa primera web en su mejor año?
Menos de 40 horas de trabajo, incluyendo planificación y desarrollo.
¿Por qué esa diferencia?
Porque no permito que el perfeccionismo extremo y la autoexigencia desmedida boicoteen mis proyectos.
Porque ese perfeccionismo mal entendido, esa exigencia constante de que lo que haces no es suficientemente bueno, lo único que hace es frenarte, ponerte trabas en el camino, y hacer que vivas una vida miserable, infeliz, triste y angustiosa.
Cuando tú mismo sabes que no lo vas a hacer tan bien como esperas, cuando no tienes la más mínima compasión con tus propias debilidades y flaquezas, cuando no valoras tus propias fortalezas y esfuerzos consigues dos cosas.
La primera, es procrastinar para no tener que enfrentarte nunca a la dura realidad de que no eres perfecto.
La segunda, es que cada vez tomas menos acción, emprendes menos proyectos y te vas cerrando puertas para no tener que enfrentarte a esa sensación de imperfección.
¿Sabes por qué ahora lanzo proyectos más rápidos y gano diez veces más que hace 5 ó 6 años?
Porque no me preocupa lanzarlos con imperfecciones. Porque sé que las van a tener.
Porque no dedico todo mi tiempo, esfuerzo y capacidad mental a anticipar situaciones de fallo que quizá nunca surjan y a cuestionar mis capacidades.
Lo dedico a HACER y a diseñar nuevas formas y maneras de expandir lo que hago.
¿Quieres saber cómo?
¿Cómo hacer frente a este perfeccionismo nocivo?
Aquí van 7 trucos para conseguirlo.
No son fáciles, a mí me ha llevado años desarrollarlos, pero los efectos son casi instantáneos.
1. Asume que nada es perfecto.
No como una frase vacía, sino como un mantra cada vez que te enfrentes a la frustración de que no has conseguido lo que esperabas.
Asume que se puede fallar, que cagarla no es opcional: todos lo hacemos una y otra vez. Lo que sí es opcional es hundirse por haber fallado, es decidir llamarlo FRACASO y quedarte ahí, en lugar de darte una palmada en la espalda, aprender qué ha pasado y seguir adelante, a hacerlo mejor la próxima vez
2. Practica la compasión hacia ti mismo
¿Te has dejado la cartera en casa? ¿Se te ha caído una taza? ¿Te has equivocado al ahcer el café? En lugar de llamarte gilipollas, de insultarte y enfadarte contigo mismo, trátate con el mismo cariño y comprensión con el que tratarías a un amigo que se ha equivocado.
Una risa, un No pasa nada, la próxima vez saldrá mejor…
Piensa en ti como en un niño pequeño que está aprendiendo a andar. A un bebé de un año no le insultas cuando se pone en pie y se cae; sonríes, lo animas y le ayudas, ¿verdad? Pues contigo lo mismo.
3. Quita los DEBERÍA y TENGO QUE de tu vocabulario
Aprende a ser flexible, a tratar tu día como lo que es: una secuencia de 24 horas en las que puedes hacer las cosas que te da tiempo a hacer.
Tú no tienes que hacer nada, decides hacerlo igual que decides no hacer otras cosas.
Sustitúyelos por voy a, elijo, quiero… o bien los contrarios. No quiero, no voy a, no elijo.
El lenguaje, sobre todo el que usamos con nosotros mismos, tiene el poder de marcar cómo enfocamos las situaciones.
Y los tengo que y debería hacer son una tortura constante. Quitarlos lleva a la relajación, a la compasión con uno mismo y a la flexibilidad que tanto necesitamos
4. Céntrate en el ahora, en el camino, no en el resultado
Lo hemos hablado mucho en este canal y lo hablamos mucho en mi newsletter diaria: lo importante no es la meta, el objetifo final, el resultado.
Lo importante es disfrutar del camino, del proceso. Cuando lo consigues, te das cuenta de que el resultado es, en realidad, una consecuencia de lo que tanto te gusta hacer.
Si no, si el resultado, si el número final fuera lo único importante, ¿crees que seguiría invirtiendo tanto tiempo y dinero en enviar un email cada día? ¿Crees que el primer día, hace más de dos años, me planteé que iba a escribir más de 700 emails a miles de personas de golpe?
No, decidí disfrutar del proceso de escribir el primero, luego el segundo, el tercero…
Y poco a poco el resultado se fue construyendo alrededor de ese camino.
Un camino en el que, además, poco a poco vas aprendiendo y mejorando. En el que ves con claridad que la perfección se alcanza con la práctica, no con las preocupaciones.
Para gente que también quiere disfrutar de los lunes
Cada día envío un email con el objetivo de que tú y yo seamos capaces de disfrutar tanto del lunes por la mañana, como del viernes por la tarde.
Yo lo llamo Marca Personal y, además de disfrutar de los lunes, sirve para ganarse (muy bien) la vida.
5. Revisa tus objetivos y las expectativas que tienes con ellos
Cada vez que te frustres porque algo no está «como debería», pregúntate:
¿Son expectativas que nacen de ti? ¿O nacen de tu entorno, de tu familia, de las redes sociales, de las comparaciones…?
Si nacen de ti, trabajando los puntos anteriores verás que tu nuevo estado, tu compasión y tu relajación, harán que esas expectativas disminuyan poco a poco y se adecúen a la realidad, no a una imagen distorsionada de tus capacidades.
Y cuando diseñes nuevos objetivos y tareas, sé realista. Diséñalas acorde con tus capacidades, con tus REALIDADES, no con tus expectativas
Y si nacen de fuera de ti, pregúntate: ¿de verdad quiero yo que las cosas sean así?
6. Cuida de tu vida y tu entorno
El perfeccionismo y la autoexigencia suelen impregnar toda nuestra vida, pero normalmente se concentran más en el trabajo. Si te cuesta manejarlo, deja de mirar a tu alrededor y dedícate tiempo a ti y a estar mejor contigo mismo.
Yo, cuando noto que mi cabeza se llena de tengo qué y debería hacer, cuando noto que la olla está a punto de estallar, siempre hago lo mismo: dejo lo que sea que esté haciendo y hago una de cuatro cosas (en este orden)
- Salir a correr / andar en bici o pasear
- Salir a la terraza a hacer yoga
- Irme a meditar
- Hablar con mi mujer, con un colega o con mis amigos
Al estrés no lo puedes vencer con más estrés, de la misma forma que al perfeccionismo y la autoexigencia no las vences trabajando más y más.
Encuentra tu vía de escape y aprovéchala para reflexionar sobre qué te ha hecho llegar a esa situación y cómo puedes cambiar tu forma de pensar para que no vuelva a suceder.
Y 7, mi favorito, grábate esto a fuego:
7. Hecho es mejor que perfecto
Es un dicho que me repito a mí mismo desde hace dos décadas y tiene más sabiduría que la wikipedia.
HECHO ES MEJOR QUE PERFECTO
Porque lo perfecto no existe, pero lo que ya está hecho siempre se puede mejorar y cuanto antes lo hagas, cuanto antes lo tengas terminado, antes podrás ponerte a ello.
O, como suele pasar, ver que no hacía falta más.
Este mantra es, de hecho, el título de un audio de 54 minutos que ofrezco a los suscriptores de mi newsletter, y que ayuda a hacer precisamente lo que te cuento en este vídeo: apartar a un lado tus anticipaciones, exigencias y miedos infundados, a aprender de tus propios errores y a disfrutar de lo que puedes hacer.